Jugando a las cartas en el suelo de la estación
31/julio/2012 – Cuando amaneció el día 31, después de la noche de los aspersores, seguíamos despiertos con nuestra partida de cartas. Noche en blanco. Sin embargo, estábamos faltos de cafeína, comida y bebida, así que nos metimos en la cafetería de la estación de tren en cuanto abrieron. El desayuno nos sentó muy bien, al igual que terminar la partida de cartas y planear el nuevo día.
La planificación, con MG, es ineludible. Ella es la organizada del grupo, mientras Miguel y yo somos un par de aves locas y despreocupadas. Así que se puede decir que nosotros la arrastramos a la aventura, y por eso le gustamos, y ella nos cuida cual mami y es por eso que la necesitamos. Es la que ha previsto que nos dolerá la cabeza y lleva aspirinas, que nos haremos heridas y, por ello, lleva antisépticos y tiritas, que hará sol, y nos presta gorras. MG es la parte práctica y previsora.
Así que, plan del día: ir a la estación de autobuses, dejar las mochilas en una taquilla, mirar los horarios para dejar Palencia e irnos así a Santander a empezar, por fin, el Camino. Y, mientras se hacía la hora de marcharnos, veríamos Palencia de verdad y no apurados, como el día anterior. Y eso hicimos.
Mirando el mapa de Palencia frente a la estación
Si MG es la parte previsora, la mami, Miguel es el guía, el que, esté donde esté, siempre se orienta. Por algo es medio topógrafo. Le encantan los mapas, mirarlos de arriba abajo, estudiarlos. Me encanta cómo los estudia y también cómo de un vistazo se los aprende. Diseñó una ruta por Palencia, nos la señaló en el mapa y no necesitó volver a mirarlo para llevarnos a ver lo más bonito.
Éste es el mapa que seguimos, en el que salen todos los principales monumentos de Palencia
Primero, cruzamos el parque Jardinillos de la Estación, donde ocurrió lo de los aspersores la noche anterior:
Éste es el gran palomar que aparece en el mapa, arriba a la izquierda (en el Parque de Jardinillos)
Cruzamos y llegamos junto a la iglesia de San Pablo, donde hay un monumento a los Nazarenos:
Miguel y yo haciendo un poco el memo
Aunque posamos haciendo el tonto junto a ellos, la verdad es que nos gustaron mucho.
Desde allí, seguimos caminando y descendimos hasta llegar a un gran parque, donde comimos un buen bocata de jamón antes de acercarnos al río Carrión a ver el Puente de Puentecillas.
Puente romano de Puentecillas, Palencia. Esas figuras pequeñitas que hay sobre el puente somos MG y yo 🙂
Este puente es uno de los símbolos de la ciudad. Como ponía en la placa que había junto a él: «De origen romano, reformado en el siglo XVI, era lugar de paso de clérigos que acudían al Sotillo de los Canónigos y de los hortelanos que cultivaban a las orillas del río. Actualmente es el paso peatonal hacia el Sotillo».
Es un lugar muy tranquilo y agradable para pasear. En el río había patos y, aunque era verano y hacía bastante calor, los árboles daban una sombra que se agradecía bastante.
Y, de allí, cómo no, subimos hacia la catedral.
MG (izda.) y yo (dcha.) frente a la Catedral de Palencia
La Catedral del Palencia es llamada popularmente: la bella desconocida, porque es muy bonita y una de las más grandes de España, pero pocos se pasan por Palencia para verla. Como es una ciudad pequeña y a la que no se le da mucha publicidad, muchos deben pensar que allí no hay mucho que ver, pero nada más lejos de la realidad. Espero que este post ayude aunque sea un poco para demostrarlo.
Después de todo esto, nos quedaba poco tiempo, así que no nos entretuvimos mucho más y volvimos rápidamente a la estación para poder tomar el autobús de las 15h hacia Santander… O eso creíamos.
Al llegar a la estación y sacar nuestras cosas de la taquilla (que por cierto, no era de las que devolvía el dinero), nos llevamos la desagradable sorpresa de que el autobús de las 15h sólo salía los fines de semana… y era miércoles. No tendríamos otro hasta casi las 19h y esto nos suponía un gran problema porque, saliendo a esa hora, íbamos a llegar a Santander demasiado tarde como para buscar alojamiento.
Empezamos a llamar a los albergues que teníamos pensados para ver a qué hora cerraban la recepción y (oh, sorpresa) nos dijeron que ese mismo día los estaban cerrando todos, pero hasta septiembre. ¡Todos los albergues juveniles de Cantabria! Pero, ¿perdón? ¿Cantabria cierra los albergues precisamente en verano? ¿En agosto? ¿Cuando más caja se hace? Pues eso nos dijo el recepcionista, que los cerraban al público en agosto y los habilitan para niños de campamento. Me quedé a cuadros. No sé cuándo pensarán que viajan los jóvenes si no es en verano (y más en agosto, ahora que muchos alumnos de grado tienen exámenes en julio). En fin.
Empezamos a barajar otras opciones mientras el sueño intentaba apoderarse de mis compañeros. De mí se había apoderado a las 5 de la madrugada y me había sido difícil sacudírmelo. Pero me había tomado un café y me había activado durante la mañana y, sobre todo, ahora tenía que pensar soluciones rápidas. Miguel, sin embargo, cayó como un bendito poco después y no hubo quien lo espabilara hasta una hora más tarde. Era comprensible que pasara en algún momento del día después de haber pasado la noche en vela.
Miguel medio dormido en la estación de bus de Palencia
Por otro lado, MG hizo un esfuerzo grande para no dejarme sola y, visto lo de los albergues, empezó a mirar las dos guías que traíamos en busca de un hostal asequible en Santander. Como yo era la única española de las dos (recordemos que ella es belga) me puse a llamar a diestro y siniestro. Todos los hostales eran mucho más caros de lo que ponía en las guías e inasequibles para tres simples estudiantes y recién licenciados en paro.
Barajamos entonces la idea de no dormir en Santander, sino en Comillas, un pueblo a una hora de distancia de la capital cántabra, el cual conozco bien. Estaba segura de que ahí podíamos encontrar algún lugar mejor. Incluso conocía a alguien que quizá nos podría albergar. Llamé para ver si esto último era posible pero no lo fue. Las cosas se ponían cada vez más difíciles. Pero, de todas formas Comillas seguía siendo mejor opción que la capital. ¿La razón? Que al ser un pueblo, a las malas podíamos tirarnos en la playa a dormir sabiendo que todo estaría tranquilo. Así que seguimos pensando.
Lo principal era mirar la combinación de transportes de la que disponíamos. Pasé un buen rato intentando dar con el horario de autobuses de la capital cántabra a nuestro pueblecito a través del móvil, cuando vi que el último transporte saldría esa tarde de Santander a las 21.30h, mientras que si nosotros arrancábamos de Palencia a las 19h más o menos, llegaríamos a la ciudad a las 22h (media hora tarde para ese bus).
La alternativa de irnos ese mismo día a Cantabria, quedaba totalmente descartada. A no ser que optáramos por la opción del tren. Pero costaba 15 euros en lugar de los 6 ó 7 por los que nos podía salir el bus. Lo descartamos también y ya lo único que pudimos hacer fue otro plan: quedarnos en Palencia, irnos al albergue de juventud (al que no habíamos llegado el día anterior) pasar la noche allí y levantarnos bien pronto para salir hacia Santander en el primer autobús del día. Así tendríamos tiempo de sobra para ver la ciudad, ir a Comillas y buscar alojamiento. Pero eso ya es historia de otro post 🙂
Foto: «Veiled chameleon» de LaertesCTB, cc en Flickr
LEE LA AVENTURA DESDE EL PRINCIPIO:
Capítulo 1 – Un comienzo accidentado
Capítulo 2 – Carretera, manta y… Cagaditas
Capítulo 3 (Primera parte) – Hacia Palencia, una noche movidita (I)
Capítulo 3 (Segunda parte) – Hacia Palencia, una noche movidita (II)
O SIGUE LEYENDO:
Capítulo 4 (Segunda parte) – Anexo de fotos, Palencia
Capítulo 5 (Parte 1) – Palencia, Santander, Comillas… y una noche toledana
Capítulo 5 (Parte 2) – Anexo de fotos de Santander
Capítulo 6 (Parte 1) – Comillas dulce y amarga