La brújula del camaleón

El blog de Lua Soleil – cultura, viajes, fotografía, cine y literatura

El Jardín Botánico, un oasis en la capital de Europa – Bruselas 2 de abril de 2014

Bruselas es una ciudad con un centro histórico precioso y muchos museos por visitar, pero si tienes la suerte de tener un día soleado y te apetece salir del circuito turístico sin alejarte de la ciudad, visitar los jardines de la capital es una buena opción. Uno de ellos es el Jardín Botánico (Metro Botanique/Kruidtuin).

Jardin Botanique, Brussels

Atardecer invernal en el Jardín Botánico

El Jardín Botánico se encuentra al norte de la almendra central bruselense, a 10/15 minutos andando o en metro desde el centro de la ciudad.
La entrada es gratuita y es lo bastante grande como para pasear por él un par de horas relajadamente. Los bruselenses llevan su comida al parque los días de sol y se les puede ver haciendo pequeños pícnic o sentados en los bancos de madera comiendo sándwiches. ¡Anímate a hacer lo mismo!

Además, ¿qué hay para ver? En primavera es especialmente agradable puesto que florecen los árboles y todo se llena de colorido. Si hace calor, la zona del estanque de estilo inglés es muy recomendable, donde, además, podremos disfrutar de la vista del edificio principal del Jardín Botánico, de estilo barroco con esculturas y muchas cristaleras.

Este edificio fue un centro importante de investigación botánica, pero actualmente es un centro de exposiciones dedicado a la comunidad francófona de Bruselas, donde podremos ver muestras de fotografía o conciertos. Puedes consultar la agenda cultural aquí.

Además, si nos da hambre y no hemos traído el almuerzo, el edificio también alberga el restaurante y bar Café Bota, donde poder comer tranquilamente o, incluso, ir a tomarnos unas copas y a bailar los fines de semana. El precio es un poco elevado dado el lugar, aunque no demasiado y merece la pena. La carta ofrece bastante comida italiana y las meriendas también pueden ser muy agradables con café de calidad (cosa difícil de encontrar en Bruselas) y brownies para acompañar.

Jardin Botanique, Brussels

                          El edificio principal en una tarde de primavera

Spring in Brussels

                            En primavera, el Jardín Botánico se llena de flores.

Spring is here

     Flores blancas, rojas, rosas y de todo tipo en el Jardín Botánico de Bruselas

Pronto os hablaré de otros jardines de Bruselas. Espero que de momento disfrutéis del Botánico y que me contéis cómo lo habéis pasado al visitarlo. Saludos.


Información práctica:

Localización: El Jardín Botánico de Bruselas se encuentra en la Rue Royale 236.
No confundir con el Jardín Botánico de Meise, el cual se encuentra a las afueras de la ciudad y a unos 45/50 min en metro desde el centro.
Para llegar al Jardín Botánico se puede tomar el metro hasta Botanique/Kruidtuin, líneas 2 ó 6, los tranvías 92, 93 ó 94 y los autobuses 38, 58 ó 61.
– En cuanto al horario, hay que tener en cuenta que cierra pronto, entre las 17h y las 18h según sea invierno o verano.
Entrada gratuita al jardín. Las exposiciones del edificio principal pueden ser o no de pago.
Acceso para minusválidos: Sí. Para más información picha aquí.
– Muy recomendable para los amantes de la fotografía y para los que les gusta relajarse sobre el césped (en primavera o verano).

 

Crónicas de Bruselas – Dulces por todas partes 5 de marzo de 2014

Mucha gente sabe que Bélgica es el país del chocolate. Lo que a lo mejor no saben es hasta qué punto lo dulce tiene relevancia aquí. En este pequeño país del centro de Europa existe una cultura a lo dulce muy fuerte. En algunas cosas veo paralelismos con España, por ejemplo, hay cosas que no se ven en otros países europeos y que sí vemos aquí, es el caso de las tiendas de golosinas. Nos parecen muy comunes a los españoles pero no lo son tanto fuera de nuestro país y aquí, sorprendentemente, las hay. Pero esta cultura de lo dulce va más allá y, por ejemplo, el centro de Bruselas está lleno de chocolaterías y tiendas de galletas o merengues siempre elaborados con formas preciosas. Si queréis ver más fotos no tenéis más que pinchar aquí para ver mi blog de fotografía.

 

Sweet little sheep made of chocolate

Borreguito de chocolate

Debo señalar que para los españoles, una chocolatería es una cafetería a la que se va a tomar chocolate a la taza, caliente y espeso, junto con churros o alguna que otra cosa dulce de pastelería (¿el Latinoamérica se le da el mismo sentido? Espero vuestra respuesta 😀 ). En Bélgica no, una chocolatería es una tienda en la que se vende chocolate y son espectaculares. Algunas tiendas parecen verdaderas joyerías con bombones colocados en cajas con cintas y telas, como si fueran preciosos relojes o colgantes. Otras, elaboran formas de animales de diferentes colores que cambian según la estación del año y la festividad más cercana que se esté celebrando (por ejemplo, corazones para San Valentín, huevos de pascua para la Semana Santa, etc.).

También en estas tiendas, se pueden ver bloques de chocolate pichados en una cuchara de madera. Mucha gente no entiende para qué sirve esto, pues bien, los belgas los utilizan para hacer el «verdadero chocolate» que ellos toman. No es como el español y tampoco es una especie de Nesquick (cosa que se estila mucho en el resto de Europa), no, lo hacen sumergiendo dicho bloque en leche caliente y removiendo para que, aquél, una vez derretido, se mezcle con lo demás y poder bebérselo. A muchos extranjeros les parece un método dudoso, puesto que el chocolate no siempre se derrite o se mezcla bien si la leche no está muy caliente, pero así es como ellos lo hacen. A mí, personalmente, me gusta comerme el chocolate mientras se derrite. Sé que no es la manera en la que se debe hacer pero me parece lo más divertido de preparar el chocolate así.

¿Y vosotros? ¿Cómo tomáis el chocolate en vuestros países? ¡Espero vuestros comentarios! Ciao!


 

¿Queréis encontrar estas chocolaterías en Bruselas?
Tenéis una calle llena de ellas justo en el centro de la ciudad, al salir de la Grand Place.
La calle se llama Rue au Beurre.
Bon appétit!

 

Festival de Música Celta de Ortigueira 2013, Galicia 26 de julio de 2013

Campamento en el bosque, durante el Festival de Música Celta de Ortigueira, Galicia, 2013

Campamento en el bosque

Llegamos por la noche. Tras pasar los montes de León y montones de tortuosas carreteras secundarias, después de un día entero de viaje en autobús y en coche, llegamos a un bosque de altos árboles donde la niebla nocturna, mezclada con los destellos de los pequeños faros de las tiendas de campaña, le daba al lugar una sensación mágica y como de cuento. Estábamos por fin en Ortigueira (Galicia, España), para disfrutar del Festival internacional de Música Celta. El emplazamiento era increíble: un bosque donde normalmente no dejan acampar (aunque cambian esa restricción por el festival de música), con un paisaje de montañas neblinosas a lo lejos y una playa enorme y vacía, con una isla en medio del mar, al otro lado de unas dunas.

Festival de Música Celta de Ortigueira, Galicia, 2013

Miguel disfrutando de la naturaleza

Plantamos nuestras tiendas casi a oscuras, tomamos algo y al rato nos fuimos a dormir, puesto que llegamos tarde como para ver los conciertos de aquella noche y estábamos, además, reventados. Sin embargo, no dormimos mucho, en cuanto salió el sol empezamos a cocernos dentro de nuestras tiendas, así que salimos y nos dimos una ducha con el agua helada que salía de los grifos de un paredón al aire libre. Toda una experiencia vigorizante. Así es Ortigueira durante el festival, noches de acampada en el bosque, música a todas horas y duchas frías al aire libre con viento helado de regalo. Aunque también mosquitos, arañas, calor, frío, gente y ruido a todas horas y que no te dejan dormir… Hay que ir preparado. No apto para tiquismiquis, pero como no lo somos, ¿verdad?, pues genial.

Festival de Música Celta de Ortigueira, Galicia, 2013

Miguel tocando la flauta travesera en Ortigueira

 Esperando a los conciertos de la noche, nos sentamos y escuchamos a Miguel tocar la flauta travesera. No podía faltar la flauta en un viaje de este tipo. Lo que no sabíamos era que pronto nos encontraría un personaje al que nombraríamos Epic Man (Hombre Épico) desde ese mismo momento, puesto que apareció a contra luz, con la melena al viento, tocando su guitarra eléctrica y queriendo hacer un dúo magistral con nuestro flautista: Épico por donde se mire.

Festival de Música Celta de Ortigueira, Galicia, 2013

The «Epic Man»

Era mexicano y muy simpático. Con su llegada empecé a meterme en lo que es el alma de este festival: disfrutar de la música, vivirla y compartirla con los demás, por mucha droga y juerga que se mueva alrededor (como ocurre en todo evento de este tipo). Y el dúo se llevó a cabo y escuchamos piezas tan geniales como frikis, como, por ejemplo, el tema principal de Star Wars, como no podía ser de otra manera siendo Miguel nuestro flautista y friki reconocido.

Festival de Música Celta de Ortigueira, Galicia, 2013

Dúo de músicos

También hubo un concierto genial de un grupo amateur en el campamento. La gente bailaba animadamente, como en una película del oeste o como si estuviéramos en una fiesta celta en las Highlands escocesas.

Tras cenar y ponernos los pantalones largos (que por la noche en Galicia siempre hace fresquito), nos fuimos a nuestro primer concierto. Quien tocaba era el grupo KAN, formado por músicos irlandeses, ingleses y escoceses. Fue un concierto estupendo, donde lo pasamos muy bien.

Festival de Música Celta de Ortigueira, Galicia, 2013

El grupo KAN en concierto en Ortigueira

A la mañana siguiente, como habíamos aprendido de nuestros errores (véase, permanecer en la tienda a pesar de asarnos hasta ya no poder más y tener que salir asfixiados), en cuanto hizo un poco de calor sacamos la esterilla al prado y nos echamos a dormir a la sombra de un gran pino. Pero hubo un imprevisto y fue que estábamos demasiado dormidos para pensar que el sol se iba a mover, así que terminamos con un bonito tono sonrojado en la piel. ¡Está bien, Ortigueira, tú ganas otra vez! Pero no iba a quedar así la cosa… Llevaba conmigo crema de Aloe, perfecta para las quemaduras. Jeje.

Y así vivimos un segundo día de conciertos, conociendo a gente simpática y disfrutando de la música.

Festival de Música Celta de Ortigueira, Galicia, 2013

Componentes del grupo de música celta KAN

El último día, por la mañana, en lugar de dormir asados en una tienda o de quemarnos mientras dormíamos bajo el sol, decidimos no dormir tanto e irnos a la playa (con mucha protección solar). Lo único que se me olvidó fue un pareo ¡qué viento más frío! Eso sí, la playa, preciosa, con mucha arena clara, heladas aguas azules y una isla a la que se puede llegar a pie cuando baja la marea. Maravilloso.

///

Apuntes para el próximo año / consejos:

– ir un poco más vestida a la playa (con un pareo, camiseta o camisa, por el viento tan frío),

– llevar sudaderas fue muy acertado (pensar que es verano y que no va a hacer frío puede ser un error que mucha gente comete, como nuestra compi Susana, que no llevó jersey y tuvo que improvisar con lo que tenía),

– llevar para la próxima una camisa (más ligera, para momentos de brisa a media tarde),

– estuvo bien llevar un repelente de insectos para la tienda en lugar de spray para la piel (unos parches que encontré en una parafarmacia y que se ponen hasta en la ropa; duran 8 horas en el exterior y 10 en el interior; huelen a limón),

– comprar un candado para la tienda fue una buena idea (a veces roban, hay mucha gente y puede pasar); mejor aún: que el candado fuera de números y no de llave (ésta se puede perder con tantas idas, venidas y ajetreo).

– no olvidar la linterna, aunque comprar un farolillo allí mismo estuvo muy bien, es más práctico que una linterna al final porque, cuando lo cuelgas en el techo de la tienda, alumbra el espacio mejor,

– fue buena idea llevar la flauta y juegos de cartas, siempre se conoce gente y se pasa bien con cosas tan simples como una flauta dulce o harmónica (no tiene por qué ser una flauta travesera, como la de nuestro compi) y una baraja, que caben en poco espacio. Si tienes otro instrumento, aunque sea más grande, como una guitarra, también puede valer la pena llevarla a un festival de este tipo siempre que veas que puedes cargar con todo durante los trayectos de ida y vuelta (y ten cuidado con ella a la hora de dejarla en cualquier parte, está mejor en la tienda y usa candados siempre).

– nunca olvidar las chanclas (para las duchas y/o la playa sobre todo), la toalla, el papel higiénico (muy importante siempre que se va de excursión porque suele faltar en muchos sitios), la protección solar, unas gafas de sol, incluso gorra (aunque a mí me molestan), unos pantalones cortos y otros largos (incluso mejor si son desmontables porque llevas dos en uno), ropa cómoda, evitar faldas y vestidos (nunca se sabe, hay chicas a las que se les ocurre llevar estas cosas, pero para ir de excursión siempre, siempre, es poco práctico) y todos los jabones mejor en tamaño pequeño (si no, pesan mucho y ocupan demasiado).

Crema de aloe o similar, muy buena para quemaduras producidas por el sol.

– Para comer bien y no sólo bocadillos durante 4 ó 5 días, es buena idea comprar pequeñas latas de conservas (atún en escabeche, mejillones, sardinas, etc.), que no se estropean y te dan mayor sensación de haber cenado de verdad.

Espero haberos dado algunos buenos consejillos y ¡a disfrutar de los festivales de verano!

 

El Camino hacia Santiago 4 – Palencia la bella no quiere dejarnos marchar 29 de agosto de 2012

Playing cards

Jugando a las cartas en el suelo de la estación




31/julio/2012 – Cuando amaneció el día 31, después de la noche de los aspersores, seguíamos despiertos con nuestra partida de cartas. Noche en blanco. Sin embargo, estábamos faltos de cafeína, comida y bebida, así que nos metimos en la cafetería de la estación de tren en cuanto abrieron. El desayuno nos sentó muy bien, al igual que terminar la partida de cartas y planear el nuevo día.


La planificación, con MG, es ineludible. Ella es la organizada del grupo, mientras Miguel y yo somos un par de aves locas y despreocupadas. Así que se puede decir que nosotros la arrastramos a la aventura, y por eso le gustamos, y ella nos cuida cual mami y es por eso que la necesitamos. Es la que ha previsto que nos dolerá la cabeza y lleva aspirinas, que nos haremos heridas y, por ello, lleva antisépticos y tiritas, que hará sol, y nos presta gorras. MG es la parte práctica y previsora.


Así que, plan del día: ir a la estación de autobuses, dejar las mochilas en una taquilla, mirar los horarios para dejar Palencia e irnos así a Santander a empezar, por fin, el Camino. Y, mientras se hacía la hora de marcharnos, veríamos Palencia de verdad y no apurados, como el día anterior. Y eso hicimos.


Viendo el mapa

Mirando el mapa de Palencia frente a la estación




Si MG es la parte previsora, la mami, Miguel es el guía, el que, esté donde esté, siempre se orienta. Por algo es medio topógrafo. Le encantan los mapas, mirarlos de arriba abajo, estudiarlos. Me encanta cómo los estudia y también cómo de un vistazo se los aprende. Diseñó una ruta por Palencia, nos la señaló en el mapa y no necesitó volver a mirarlo para llevarnos a ver lo más bonito.



Mapa de Palencia

Éste es el mapa que seguimos, en el que salen todos los principales monumentos de Palencia




Primero, cruzamos el parque Jardinillos de la Estación, donde ocurrió lo de los aspersores la noche anterior:



Parque de Jardinillos, Palencia

Éste es el gran palomar que aparece en el mapa, arriba a la izquierda (en el Parque de Jardinillos)




Cruzamos y llegamos junto a la iglesia de San Pablo, donde hay un monumento a los Nazarenos:


Monumento a los nazarenos

Miguel y yo haciendo un poco el memo




Aunque posamos haciendo el tonto junto a ellos, la verdad es que nos gustaron mucho.
Desde allí, seguimos caminando y descendimos hasta llegar a un gran parque, donde comimos un buen bocata de jamón antes de acercarnos al río Carrión a ver el Puente de Puentecillas.



Puente romano de Puentecillas, Palencia. Esas figuras pequeñitas que hay sobre el puente somos MG y yo 🙂




Este puente es uno de los símbolos de la ciudad. Como ponía en la placa que había junto a él: «De origen romano, reformado en el siglo XVI, era lugar de paso de clérigos que acudían al Sotillo de los Canónigos y de los hortelanos que cultivaban a las orillas del río. Actualmente es el paso peatonal hacia el Sotillo».


Es un lugar muy tranquilo y agradable para pasear. En el río había patos y, aunque era verano y hacía bastante calor, los árboles daban una sombra que se agradecía bastante.


Y, de allí, cómo no, subimos hacia la catedral.



Catedral de Palencia

MG (izda.) y yo (dcha.) frente a la Catedral de Palencia




La Catedral del Palencia es llamada popularmente: la bella desconocida, porque es muy bonita y una de las más grandes de España, pero pocos se pasan por Palencia para verla. Como es una ciudad pequeña y a la que no se le da mucha publicidad, muchos deben pensar que allí no hay mucho que ver, pero nada más lejos de la realidad. Espero que este post ayude aunque sea un poco para demostrarlo.


Después de todo esto, nos quedaba poco tiempo, así que no nos entretuvimos mucho más y volvimos rápidamente a la estación para poder tomar el autobús de las 15h hacia Santander… O eso creíamos.


Al llegar a la estación y sacar nuestras cosas de la taquilla (que por cierto, no era de las que devolvía el dinero), nos llevamos la desagradable sorpresa de que el autobús de las 15h sólo salía los fines de semana… y era miércoles. No tendríamos otro hasta casi las 19h y esto nos suponía un gran problema porque, saliendo a esa hora, íbamos a llegar a Santander demasiado tarde como para buscar alojamiento.


Empezamos a llamar a los albergues que teníamos pensados para ver a qué hora cerraban la recepción y (oh, sorpresa) nos dijeron que ese mismo día los estaban cerrando todos, pero hasta septiembre. ¡Todos los albergues juveniles de Cantabria! Pero, ¿perdón? ¿Cantabria cierra los albergues  precisamente en verano? ¿En agosto? ¿Cuando más caja se hace? Pues eso nos dijo el recepcionista, que los cerraban al público en agosto y los habilitan para niños de campamento. Me quedé a cuadros. No sé cuándo pensarán que viajan los jóvenes si no es en verano (y más en agosto, ahora que muchos alumnos de grado tienen exámenes en julio). En fin.


Empezamos a barajar otras opciones mientras el sueño intentaba apoderarse de mis compañeros. De mí se había apoderado a las 5 de la madrugada y me había sido difícil sacudírmelo. Pero me había tomado un café y me había activado durante la mañana y, sobre todo, ahora tenía que pensar soluciones rápidas. Miguel, sin embargo, cayó como un bendito poco después y no hubo quien lo espabilara hasta una hora más tarde. Era comprensible que pasara en algún momento del día después de haber pasado la noche en vela.



Sueño

Miguel medio dormido en la estación de bus de Palencia




Por otro lado, MG hizo un esfuerzo grande para no dejarme sola y, visto lo de los albergues, empezó a mirar las dos guías que traíamos en busca de un hostal asequible en Santander. Como yo era la única española de las dos (recordemos que ella es belga) me puse a llamar a diestro y siniestro. Todos los hostales eran mucho más caros de lo que ponía en las guías e inasequibles para tres simples estudiantes y recién licenciados en paro.


Barajamos entonces la idea de no dormir en Santander, sino en Comillas, un pueblo a una hora de distancia de la capital cántabra, el cual conozco bien. Estaba segura de que ahí podíamos encontrar algún lugar mejor. Incluso conocía a alguien que quizá nos podría albergar. Llamé para ver si esto último era posible pero no lo fue. Las cosas se ponían cada vez más difíciles. Pero, de todas formas Comillas seguía siendo mejor opción que la capital. ¿La razón? Que al ser un pueblo, a las malas podíamos tirarnos en la playa a dormir sabiendo que todo estaría tranquilo. Así que seguimos pensando.


Lo principal era mirar la combinación de transportes de la que disponíamos. Pasé un buen rato intentando dar con el horario de autobuses de la capital cántabra a nuestro pueblecito a través del móvil, cuando vi que el último transporte saldría esa tarde de Santander a las 21.30h, mientras que si nosotros arrancábamos de Palencia a las 19h más o menos, llegaríamos a la ciudad a las 22h (media hora tarde para ese bus).


La alternativa de irnos ese mismo día a Cantabria, quedaba totalmente descartada. A no ser que optáramos por la opción del tren. Pero costaba 15 euros en lugar de los 6 ó 7 por los que nos podía salir el bus. Lo descartamos también y ya lo único que pudimos hacer fue otro plan: quedarnos en Palencia, irnos al albergue de juventud (al que no habíamos llegado el día anterior) pasar la noche allí y levantarnos bien pronto para salir hacia Santander en el primer autobús del día. Así tendríamos tiempo de sobra para ver la ciudad, ir a Comillas y buscar alojamiento. Pero eso ya es historia de otro post 🙂


Veiled Chameleon
Foto: «Veiled chameleon» de LaertesCTB, cc en Flickr


LEE  LA  AVENTURA  DESDE  EL  PRINCIPIO:

Capítulo 1 – Un comienzo accidentado

Capítulo 2 – Carretera, manta y… Cagaditas

Capítulo 3 (Primera parte) – Hacia Palencia, una noche movidita (I)

Capítulo 3 (Segunda parte) – Hacia Palencia, una noche movidita (II)

O SIGUE LEYENDO:

Capítulo 4 (Segunda parte) – Anexo de fotos, Palencia

Capítulo 5 (Parte 1) – Palencia, Santander, Comillas… y una noche toledana

Capítulo 5 (Parte 2) – Anexo de fotos de Santander

Capítulo 6 (Parte 1) – Comillas dulce y amarga

 

El Camino Hacia Santiago 3 – Hacia Palencia, Una Noche Movidita (II) 28 de agosto de 2012


(CONTINUACIÓN de El Camino hacia Santiago 3 – Hacia Palencia, una noche movidita (I))


No me suelen gustar los alrededores de las estaciones de ningún tipo, me parecen sitios peligrosos donde, sobre todo por la noche, a uno le puede pasar cualquier cosa. Sin embargo, en Palencia, hay un parque bastante tranquilo junto a las dos estaciones, tanto de autobús como de tren, y el hecho de que hubiera señoras esperando algún tren nocturno me dio confianza. Buscamos un lugar sobre el césped entre varios setos y las chicas comenzamos a extender la esterilla mientras Miguel iba a por provisiones: unas pizzas, patatas fritas y varias coca colas para aguantar bien la noche. Iban a hacer falta. Nos lo comimos todo con ganas y empezamos a jugar a las cartas. De momento, lo único malo era que empezaba a hacer más frío del que habíamos previsto, después de todo, la meseta norte es la meseta norte y, por las noches, sea la época que sea, siempre hará frío, incluso a finales de julio.



El pin de Palencia de mi sombrero

El pin con el escudo de Palencia de mi sobrero de peregrino




Sin embargo, había una sorpresa con la que ninguno contaba. Os daré una pista. Aquella misma mañana, MG y yo hablábamos con Miguel acerca de las anécdotas de la Ruta Quetzal (a la que fuimos los tres, pero en años diferentes, nosotras en 2005 y él en 2006). Uno de los percances que más ocurren en la expedición, son las inundaciones. En la Ruta de Miguel cayó una lluvia torrencial que inundó el campamento, pero en nuestro caso, el mío y el de MG, lo que ocurrió fue diferente. Acampamos sin carpa en el jardín del Palacio de Miramar, en San Sebastián (País Vasco, España), y a eso de las 4 de la mañana nos despertaron los chillidos de nuestros compañeros. Yo miré a mi alrededor y, aún entre las telas del sueño, vi una escena de lo más incomprensible, gente gritando y corriendo de un lado a otro con mochilas y sacos de dormir en las manos, mientras agua de no sabía dónde caía sobre ellos y sus cosas en chorros que salían de muchos lugares diferentes. Yo, de alguna manera, estaba intacta y MG también. Pronto comprendí que se había activado el riego automático y los aspersores estaban calando a todos los insensatos que habíamos creído poder dormir en un lugar tan principal. MG y yo fuimos de las únicas que salieron indemnes, ya que tuvimos la suerte de acostarnos entre tres aspersores que apuntaban en direcciones contrarias. Sin embargo, los demás no tuvieron tanta suerte.



En el Palacio de Miramar (San Sebastián)

Algunos de nosotros la mañana después de lo de los aspersores, sobre la misma pradera del Palacio de Miramar, en la Ruta Quetzal 2005 (yo soy la de la derecha).




En ese punto de mi relato, aquella mañana en Palencia, Miguel me cortó y dijo: «A ver, pero, cuando os tumbasteis allí, ¡alguien vería algo! No me puedo creer que, de 350 personas, nadie viera nada, ni un aspersor». Yo insistí en que nadie vio nada, ¡si no, no nos habríamos tumbado! Sería de tontos… «Pues…», respondió Miguel con cara de circunstancias, «eso es lo que digo, me parece un poco tonto no haberse dado cuenta…» MG y yo saltamos al instante: si hubiera estado él allí, veríamos si lo había visto o no. Miguel siguió con la broma: «pues, seguro que sí, yo lo habría visto»


…Cómo tuvo que tragarse sus palabras.


Sobre la misma hora, siete años después, en aquel parque de Palencia, en medio de la partida de cartas, sin previo aviso, recibimos un chorrazo de agua cada uno por varios frentes distintos. Mi reacción fue instantánea. Dando un grito, me abalancé sobre las cartas, lo más débil de todas nuestras posesiones, y las tapé con mi cuerpo los pocos segundos que tardé en darme cuenta de que el agua no paraba. Entonces, comencé a meterlas todas en mi sombrero «de Panamá», cuando me di cuenta de dónde venía el chorro que me daba de lleno: de mi espalda…¡donde estaba mi mochila! Sólo un mochilero sabe lo importante que es la mochila de uno en una aventura, ¡es tu vida! Es donde llevas todo lo que te mantendrá en el camino. Si se moja, puede suponer un parón en el viaje, que te quedes sin cámara o cuaderno o que pierdas la ropa limpia que te quedaba. Me di la vuelta, pero Miguel ya la estaba agarrando de un asa y salía corriendo con la mía y la suya a la vez. MG gritaba cosas que no recuerdo por la urgencia del momento y recogía las cartas que me había dejado y que se estaban mojando. Entonces, recordó su vendaje del pie y que no podía mojarse y salió corriendo dando tumbos, como pudo.



En Palencia, de camino a Santiago

MG y yo (a la derecha), tras salvar nuestras cosas del ataque de los aspersores (los cuales podéis ver detrás)




Al final salvamos todas las cosas, aunque terminamos con los pantalones y el pelo mojados. «¿Quién decía que habría visto los aspersores?», le dije a Miguel riéndome. Tuvo que reconocer que no se veía nada cuando llegamos y que estos salen del suelo a la hora programada, sólo entonces desvelando su posición. Al final, tras dar unas vueltas por el parque en busca de otro lugar adecuado, terminamos en la estación de trenes medio dormidos, yo, con frío, y un poco mojados, jugando a las cartas. Pero todos recordaremos esa noche con una sonrisa.


LEE  LA  AVENTURA  DESDE  EL  PRINCIPIO:

Capítulo 1 – Un comienzo accidentado

Capítulo 2 – Carretera, manta y… Cagaditas

Capítulo 3 (Primera parte de este post) – Hacia Palencia, una noche movidita (I)

O SIGUE LEYENDO:

Capítulo 4 (Parte 1) – Palencia la bella no quiere dejarnos marchar

Capítulo 4 (Parte 2) – Anexo de fotos, Palencia

Capítulo 5 (Parte 1) – Palencia, Santander, Comillas… y una noche toledana

Capítulo 5 (Parte 2) – Anexo de fotos de Santander

Capítulo 6 (Parte 1) – Comillas dulce y amarga

 

El Camino hacia Santiago 1 – un comienzo accidentado 26 de agosto de 2012

Camino de Santiago

El Camino de Santiago, esa senda espiritual que tantos han recorrido durante siglos y que a tantos sigue llamando a la peregrinación por sus dificultosos senderos y montañas; un viaje, que más que a un lugar concreto parece llevarnos al centro de nosotros mismos y al de las personas que nos acompañan; un camino en el que se sufre, pero a la vez se ama la vida en toda su plenitud. Allí es a donde quiero llevaros, al camino, a la aventura, a que conozcáis conmigo un trozo de la geografía ibérica y al interior de una experiencia que para tantas personas significa tantas cosas diferentes: fe, una promesa, un reto…o simplemente, el Camino hacia Santiago.

El nuestro, como toda buena aventura, comenzó con un percance. Nuestra compañera de viaje, una belga fuerte y decidida apodada MG (lo cual dicho a la francesa suena algo así como «em shé»), se hizo un inconveniente esguince en el pie izquierdo justamente el día antes de comenzar nuestro periplo. Cómo se lo hizo es lo más gracioso, puesto que no se cayó, simplemente bailó y se divirtió hasta que, seguramente, su pie decidió hacer huelga. ¡Y de qué manera!

Por suerte, el padre de Miguel, nuestro otro compañero de viaje, es enfermero y se ocupó de colocarle un vendaje casi prodigioso en el pie herido, el cual la convirtió en una «súper woman», pues pasó de no poder moverse a caminar sin muletas ni nada. Claro, que la lesión estaba ahí y no podíamos ignorarla. MG no podría caminar más de 8Km al día, cuando las etapas tienen unos 20 ó 30, dependiendo del ritmo y la resistencia física de cada cual. Había que replantearse el viaje como «una toma de contacto» con el Camino más que una caminata… una visita a sus paradas y gentes, un viaje hacia Santiago seguramente mucho menos duro, aunque con otros problemas.

Y este es el inicio de la historia… que empieza en un coche hacia Valladolid un domingo 29 de julio de 2012.

Camino de Valladolid

Lee aquí la Parte 2 – Carretera, manta y… Cagaditas.